Una carta anónima, una bala y un pozo de azufre: el misterio de la Guerra Civil, revelado 90 años después

Escrita desde la cárcel de Lorca en noviembre de 1936, ABC y el Archivo General de Murcia revelan la identidad de un mártir beatificado por Benedicto XVI, autor de una misiva de despedida a su familia días antes de ser ejecutado por la CNT

Montaje de los documentos sobre el crimen de Lorca en 1936, junto a la única imagen que se conserva de Esteban Anuncibay

«Querida madre y hermanas: de llegar a sus manos estas líneas es que ya habré pasado a mejor vida», comenzaba la carta escrita por un preso de la cárcel de Lorca, en Murcia, al comienzo de la Guerra Civil. Una copia manuscrita de la misma se encontraba perdida entre los más de 20 millones de documentos conservados en el archivo de ABC, aunque este diario no la publicó hasta hace solo dos años. La misiva no hace referencia a ninguna cuestión política ni bélica, tan solo son palabras de agradecimiento a las personas que habían ayudado a su autor durante sus meses de cautiverio y, sobre todo, de despedida hacia sus seres queridos.

«No lloren mi muerte, no hay ningún motivo para ello. He supuesto siempre que los tres sobrinos que hicieron el servicio militar hayan sido llamados a filas y, tal vez, alguno se haya ido ya al otro mundo. Si no es así, me alegro muchísimo. La otra cosa que tengo que decirles es que sirva este abrazo como el que en breve nos daremos todas en las mansiones eternas», añadía. Y, a continuación, advertía, como si tuviera miedo de otras represalias: «Por las circunstancias no puedo ser más claro ni dar más detalles».

Los únicos datos que aparecen en la carta son la mencionada ubicación en Lorca; la fecha en que fue escrita, el 4 de noviembre de 1936; la profesión del autor, maestro de escuela; el día en que llegó a la prisión, el 1 de agosto de ese año, y las iniciales del autor: «E. A. L.». No hay más datos personales ni información sobre aquellos que iban a ser los últimos días de su vida. El artículo, por lo tanto, quedó como un ejemplo más de la correspondencia que los presos de ambos bandos mantuvieron con sus familias durante la guerra, cuando se les permitía enviarla o cuando podían hacérsela llegar a escondidas… pero resultó ser un documento mucho más importante.NOTICIA RELACIONADA

ISRAEL VIANA

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Hace dos semanas, ABC recibió el siguiente mensaje del Archivo General de la Región de Murcia: «Creo que hemos identificado al autor de la carta escrita en la cárcel de Lorca en 1936 que publicasteis en ABC». Según nos cuenta ahora su director, Javier Castillo, descubrió el reportaje por casualidad estas Navidades y le llamó la atención la procedencia de la misiva, así que se puso a bucear entre los documentos de la institución para intentar averiguar su identidad, la razón de su arresto y si fue ejecutado.

Emilio Bilbao González

«Como archivo histórico provincial, recibimos toda la documentación generada por las instituciones estatales que hacen referencia a la provincia. También los libros de registro de los presos de las cárceles y sus expedientes personales. Contamos con más de 40.000, que ahora se consultan mucho por el tema de la memoria histórica. Aunque tenemos documentos desde finales del siglo XIX, el grueso es de los años anteriores y, sobre todo, de los inmediatamente posteriores a la guerra, así que me puse a buscar durante más de dos semanas», explica Castillo.

En un principio, el director del Archivo pensó que las iniciales que aparecían en la carta eran «E. B. G.» o «E. H. G.», puesto que estaban un poco cortadas en la parte superior y la «L» tenía una grafía antigua, más redondeada, y se confundía fácilmente con una «G». A pesar de ello, tiró del hilo. Buscó entre los expedientes de la prisión de Lorca que empezaran por la letra E y encontró a un tal Emilio Bilbao González, algunos de cuyos datos coincidían con los de la misiva, como la fecha de la detención. «Aquello fue una pista para seguir indagando», comenta a ABC.

Después consultó los informes referente a Lorca en la Causa General, esa investigación impulsada en abril de 1940 por el ministro de Justicia franquista, Esteban Bilbao, para esclarecer «los hechos delictivos cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja». En la página 77 descubrió un documento firmado por un juez instructor en el que ordenaba que se hicieran las pesquisas necesarias para obtener toda la información que se pudiera sobre los «hermanos de la doctrina cristiana asesinados en esta localidad, así como de sus familiares». A continuación aclaraba que los ejecutados «no fueron inscritos en el Registro Civil», pero que sus datos sí se conservaban en la cárcel de Lorca.

Expediente de Emilio González Bilbao de la cárcel de Lorca
Expediente de Emilio González Bilbao de la cárcel de Lorca ARCHIVO GENERAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

Una cruz a lápiz

Estos eran el citado Emilio González Bilbao –natural de «Guijancas», en Álava, aunque en realidad se refiere a Mijancas, puesto que la primera población no existe; de 46 años, soltero, «hijo de Santiago y de Caya», con domicilio en la calle Fernández Ergueta número 3– y otros cuatro profesores lasalianos del colegio La Salle: Germán García García, Modesto Sáez Manzanares, Augusto Cordero Fernández y Emiliano Martínez Álava. Los expedientes personales de todos ellos se encuentran también en el Archivo de Murcia y tienen marcada una cruz a lápiz con una fecha, el 18 de noviembre de 1936, que indica que los cinco fueron asesinados ese mismo día en el municipio.

En realidad, esta matanza es bien conocida en la región, puesto que todas las víctimas fueron beatificadas por Benedicto XVI, en 2007, como mártires de la Guerra Civil que habían sido ejecutados por la República como consecuencia de sus creencias religiosas. Todo comenzó el 30 de julio de 1936, cuando un grupo de veinte milicianos de la CNT detuvieron a estos lasalianos en la escuela cristiana ubicada precisamente en la calle Fernández Ergueta número 3 que se indicaba en el expediente de Emilio Bilbao. Anteriormente, un grupo de trabajadores de la enseñanza que dijeron ir en nombre del Frente Popular había intentado ya apoderarse del mismo colegio, pero la intervención de un abogado de Lorca se lo impidió.

Ahora, sin embargo, no pudieron hacer nada. Encarcelados el 2 de agosto, escribieron otras cartas, pero los guardias de la prisión las destruyeron antes de enviarlas, a excepción de la de nuestro protagonista, que fue copiada a mano por un desconocido y llegó hasta ABC sin que sepamos cómo. Varios historiadores locales cuentan que alguien les llevó comida a diario, lo que coincide también con el relato de la misiva de Emilio Bilbao GOnzález: «Una familia nos ha cuidado durante tres meses a los cinco maestros de la escuela tan bien que, difícilmente, lo habría hecho con más esmero mi madre. El jefe de la familia es Andrés Hernández, que vive en la calle Matadero Viejo número 22, en Lorca».

Causa General de Lorca
Causa General de Lorca PORTAL DE ARCHIVOS ESPAÑOLES

El juicio

Dos meses después de su arresto, un Tribunal Popular los juzgó por su supuesta colaboración con los franquistas, pero no encontraron ninguna prueba. Así lo explica otro documento adjunto en el expediente de Bilbao: «Contra los detenidos no existen cargos concretos que pudieran determinar su procesamiento, pero que, en las circunstancias actuales, pudieran constituir un peligro para la población y deberán continuar a disposición de este comité». Es decir, en prisión. No especificaba qué «peligro» generaban, pero aquello significó su verdadera condena a muerte. Un miliciano que participó en la ejecución, Juan Meras, contó después que uno de sus jefes, Avelino Navarro, ordenó sacar de la cárcel a los cinco lasalianos, al párroco de la Iglesia de Santiago y a otro reo que pensaban que era religioso.

Eran las 5 de la mañana, la hora a la que solían hacerse los paseíllos. Los ataron de brazos, los subieron a un camión y les dijeron que tenían que ir a prestar declaración, aunque no era cierto. Los llevaron a los pozos de azufre del coto minero de Lorca y, una vez allí, los pusieron de rodillas alrededor del agujaro y los fusilaron. Navarro se acercó y los remató con un disparo en la cabeza a cada uno de ellos, antes de ponerse a bailar mientras pisoteaba los cadáveres. Finalmente, los arrojó al pozo y comentó: «Es bastante profundo para que nadie se entere de que están aquí y, en caso de que triunfen los católicos, no vendrán a venerar sus restos». Y no sé equivocó, porque hasta su beatificación en 2007 nadie pidió permiso para bajar a buscarlos y tampoco se concedió.

En todo este relato, sin embargo, hay un cabo suelto. El quinto religioso beatificado no se llamaba realmente Emilio González Bilbao, sino Esteban Anuncibay Letona, que era también natural de Mijancas y tenía 46 años. «Llegamos a la conclusión –aclara Castillo– de que son la misma persona. Aunque no se especifica, es probable que Anuncibay diera el nombre falso de Emilio Bilbao al entrar en la cárcel, porque más tarde consulté su partida de nacimiento en Mijancas y todos los datos coincidían, incluidos los nombres de los padres, Santiago y Caya, que no eran muy corrientes. La carta de despedida anónima que publicasteis pertenece a este mártir beatificado en Roma por Benedicto XVI».

Declaración de Lorenza Anuncibay en la Causa General de Lorca
Declaración de Lorenza Anuncibay en la Causa General de Lorca ARCHIVO GENERAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

La hermana

El dato definitivo lo proporcionaron las páginas 138 y 139 de la Causa General de Lorca, en las que se cuenta que un intendente de la nueva dictadura franquista fue a Álava en busca de la hermana de Emilio Bilbao González. Allí interrogó a una tal Lorenza Anuncibay, quien declaró que ignoraba ese nombre, pero que todos los datos indicaban que se refería a su hermano Esteban, «que entre los religiosos era conocido con el nombre de Ovidio Beltrán», un profesor de los lasalianos de Lorca que había sido ejecutado. «La hermana cuenta que tuvo conocimiento de su muerte por una carta que le envió una tal Dolores Sánchez, esposa de Andrés Sánchez, vecina de Lorca, con residencia en la calle Matadero Viejo núnmero 22», detalla el informe. Es decir, la misma familia que, según el ejecutado, había estado alimentando a los cinco maestros en prisión.

«Ánimo, que lo de esta tierra nada vale, lo que importa es ir donde ya sabemos», concluía Esteban Anuncibay, tranquilizando a su madre y a sus hermanas, dos semanas antes de ser arrojado al pozo de azufre.

Fuentes https://www.abc.es/historia/carta-anonima-bala-pozo-azufre-misterio-guerra-20240130042049-nt.html

La gesta a 7.000 metros de altura de ‘Los amos del aire’ de la II Guerra Mundial

La tripulación del Memphis Belle regresa de su vigésimo quinta misión el 17 de mayo de 1943. Fue la primera tripulación de la 8ª Fuerza Aérea en completar las veinticinco misiones y regresar a Estados Unidos.

Robert ‘Rosie’ Rosenthal fue tripulante de bombardero estadounidense durante la II Guerra Mundial; con 52 misiones en el aire, fue tres veces abatido y sobrevivió. Al terminar la guerra volvió a su bufete de abogados. “El trabajo que he querido toda mi vida y, sin embargo, comparado con la guerra, era tan tibio. No había emoción y las decisiones que tomábamos eran ridículas comparadas con las que teníamos que tomar en el aire”, le contó el excombatiente al historiador Donald L. Miller.  

Rosenthal es uno de los muchos soldados que vivieron en un tiempo excepcional y único que se recoge en el libro Los amos del aire (Desperta Ferro) escrito por el catedrático de Historia, Donald L. Miller, en el que construye la historia personal y militar de las unidades aéreas de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial. Un minucioso trabajo que se ha convertido en una serie de televisión para Apple TV, titulada también Los amos del aire, producida por Tom Hanks y Steven Spielberg que buscan repetir el éxito que lograron con Hermanos de sangre y The Pacific

El historiador tenía una idea preconcebida de cómo era la guerra a 7.000 metros de altura pero fue entrando en contacto con los pilotos y tripulantes. “No podía creer que hubiera tantos tipos de historias en la guerra aérea. Mi idea sobre los bombardeos era que estaban librando una guerra impersonal a alturas inimaginables y matando a gente desde 7.000 metros, pero no era así. Se acercaban mucho más al enemigo que la mayoría de los soldados de infantería. En el aire, no hay trincheras donde luchar. Era muy diferente de lo que la gente hubiera imaginado”, asegura.

El Cuerpo de Marines de los EEUU perdió 20.000 hombres en toda la guerra, 6000 menos que la 8.ª Fuerza Aérea volando desde InglaterraDONALD L. MILLER

Hazañas bélicas de la campaña angloamericana 

El libro está plagado de historias personales de los hombres que volaban en los bombardeos la 8.ª Fuerza Aérea. Soldados que provenían de todos los estratos sociales y culturales de EEUU. Había mineros, licenciados en Harvard, vaqueros, abogados y hasta estrellas de Hollywood como James Stewart y Clark Gable. Los únicos excluidos de este episodio bélico fueron los afroamericanos, su alistamiento en esta prohibido en estas unidades.

“La 8.ª Fuerza Aérea se formó en Savannah [EEUU], después de Pearl Harbor. Un 80% de los hombres que se unieron en 1942 nunca habían puesto un pie en un avión antes. Antes siquiera del entrenamiento. Es una historia increíble. Así que, sí, esta es una historia de la 8ª y de la guerra de bombarderos contra Alemania, la campaña militar más larga de la Segunda Guerra Mundial”, explica el historiador. “Todo el mundo habla de Hermanos de sangre y de los escuadrones de fusileros, pero no creo que ningún grupo de jóvenes en la historia del combate hayan tenido tanta responsabilidad como estas tripulaciones de bombarderos. 10 personas en un avión y, tal vez, el más viejo es el piloto con 22 años. 1000 de estos aviones con 10 hombres en cada avión van a determinar si esa batalla se gana o se pierde. Quién va a morir y quién no. Eso es mucha responsabilidad”, añade.

La experiencia bélica de estas unidades de bombardeos no tiene precedente, una campaña de cinco años desde el aire infringiendo daños en el enemigo desde una campo de batalla en el aire. “No sólo eran novatos que no han volado aviones o disparado a nada, excepto tal vez a una ardilla, sino que lucharon en el tipo más extraño de campo de batalla”, apunta Miller.

“Esta batalla aérea se libró a cuatro y cinco millas en el cielo a 24, 26 o 32 000 pies en el aire. Nadie había luchado tan alto antes. Así que todo es nuevo para los aviadores, incluyendo los propios aviones. Y allí arriba el clima es un peligro mayor que la fuerza aérea alemana. Porque el frío helado mata. Estos hombres están volando en cabinas no presurizadas, al contrario que los aviones comerciales en los que volamos hoy. Y los primeros aviones tenían puertos de armas abiertas en el lateral. Así que el aullido del viento atravesaba los aviones bajando la temperatura dentro del avión a 56 bajo cero”, explica el investigador.
A esa altura si se quitaban los guantes podían quedarse pegados al metal congelado y las máscaras de oxígeno no funcionaban muy bien y no era difícil que cayeran inconscientes, por eso durante las incursiones aéreas estaban todo el tiempo hablando entre ellos.

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El poco protagonismo de estos militares en la historia de la II Guerra Mundial contrasta con lo conocidas que fueron sus acciones bélicas. “Los aliados soltaron dos millones de bombas en Alemania y convirtieron en cenizas 61 ciudades. Tres millones de hogares se perdieron en la guerra, entre 500.000 y 600.000 no combatientes. En esta guerra murieron ancianos, mujeres y niños menores de cinco años. Si tenías más de cinco años eras evacuado al campo, pero las madres se quedaban en la ciudad, muchas de ellas trabajando y con sus hijos al lado”, destaca el historiador. Bombardeos como el de la ciudad de Dresde han pasado a la historia de las atrocidades de la humanidad. El libro y la serie ponen nombres y rostros a lo que parecía que era un combate impersonal y sin riesgo para los atacantes. Nada que ver con la realidad. De 110.000 hombres que volaron en bombarderos británicos durante la guerra, 56.000 de ellos murieron.Herido por un proyectil de 20 mm disparado por un caza alemán frente al que de nada servía el casco.

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“En la 8ª Fuerza Aérea estadounidense 26.000 hombres murieron y 28.000 fueron hechos prisioneros de guerra. Ahora, 26.000 ponen esa cifra en perspectiva. El Cuerpo de Marines de los EEUU perdió 20.000 hombres en toda la guerra, 6000 menos que la 8.ª Fuerza Aérea volando desde Inglaterra. Eso es el 10% de todas las bajas sufridas por las fuerzas armadas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. Sólo en esta unidad. Según mis cálculos, los pilotos de la 8.ª Fuerza Aérea que volaron antes del día D tenían una posibilidad entre cinco de cumplir sus 25 misiones. Un 73% de los hombres que volaron hasta el día D fueron baja”, afirma el historiador.

La ‘Desbandá’: el episodio más desconocido de la Guerra Civil en el que se inspira la canción de María Peláe en el Benidorm Fest

La artista recuerda en ‘Remitente’ la matanza indiscriminada de civiles en febrero de 1937 tras la caída de Málaga

FEBRERO DE 1937 TRAS LA CAÍDA DE MÁLAGA

Refugiados durante la Desbandá

Tronaban las bombas y repiqueteaban las ametralladoras aquel 8 de febrero de 1937, con España inmersa de lleno en la Guerra Civil. Los objetivos, sin embargo, no eran carros de combate o soldados ocultos en trincheras. El grueso de la muchedumbre que saturaba la carretera Málaga-Almería –la actual N-340, que todavía frisa la costa– estaba formado por mujeres, niños y ancianos; un éxodo de entre 150.000 y 300.000 personas que huían de la ciudad malacitana ante el avance de las tropas de Francisco Franco y sobre las que recayó toda la ira de los navíos y los cazas sublevados. La jornada quedó grabada a fuego en supervivientes como Manuel Muñoz, entonces un chiquillo: «Se vivieron momentos muy críticos. Los obuses lanzados desde los buques ocasionaron muchísimas bajas entre los refugiados».

Aquella pesadilla conmocionó hasta tal punto a España que, todavía hoy, los 200 kilómetros que recorrieron los refugiados son conocidos como la ‘Carretera de la muerte‘. El episodio como tal fue bautizado con un término mucho más andaluz: la ‘Desbandá‘. Porque sí, aquello fue una desbandada, aunque acompañada por el aroma metálico que emanaba la sangre de las entre 3.000 y 5.000 víctimas que salpicaron el terreno y avergonzaron a unos y otros. A los sublevados, porque abrieron fuego contra civiles; a los republicanos, porque abandonaron a su suerte a aquella población cuando se vieron atropellados por el avance enemigo sobre Málaga.NOTICIA RELACIONADA

MANUEL P. VILLATORO

En enero de 1937, Valencia acogió un estrafalario desfile con carrozas en honor a Largo Caballero o Iósif Stalin

Resulta difícil olvidar una locura como la ‘Desbandá’. Pero, por si acaso, la artista María Peláe la recuerda en ‘Remitente’, una de las canciones que entonará estos días en el Benidorm Fest y que evoca otros episodios de la Guerra Civil como la muerte de las Trece Rosas. «Más que para escaldar o dar en la llaga, es un recordatorio. […] No solo es que hable del pasado, es un recuerdo de las cosas que han pasado para advertir de que no vuelva a ocurrir lo mismo, o incluso para advertirnos de que a veces está pasando y tampoco nos damos cuenta hasta que la situación nos explota en la cara», explicaba la andaluza esta misma semana en una entrevista a la agencia Europa Press.

Isla republicana

El episodio histórico que marcó uno de los eventos menos conocidos y más trágicos de la Guerra Civil española tiene su origen en los primeros días del conflicto. Tras el levantamiento del 18 de julio de 1936, el sur de la Península Ibérica se convirtió en un objetivo estratégico clave para las tropas franquistas que avanzaban desde África. En los momentos iniciales, los sublevados lograron el control de varias ciudades clave, incluyendo Sevilla, Cádiz, Huelva, Córdoba y Granada. A pesar de que el frente se estabilizó en agosto, Málaga se encontró rodeada en casi todos los frentes por territorio enemigo. Era, en la práctica, una península republicana en un mar de tropas franquistas.

Conscientes de la importancia estratégica de Málaga para controlar las comunicaciones con Marruecos y Mallorca, los sublevados emprendieron una campaña de conquista que rozó la obsesión y que incluyó una guerra psicológica previa jamás vista en España. Para empezar, buscaron minar la moral de la población a golpe de bombardeos diarios. Cada mañana, a la misma hora, grandes aviones sobrevolaban la urbe y dejaban caer su letal carga sobre la población. Hasta tal punto, que los republicanos los comparaban, con su tradicional sorna andaluza, con el panadero: «¡Mira, ya está aquí el tío de los molletes!».

Aunque el mayor exponente de aquella guerra psicológica fue el teniente general Gonzalo Queipo de Llano. A través de Unión Radio Sevilla, cual ‘speaker’, convenció a los defensores de la brutalidad de los Regulares y sembró el miedo en las mujeres con sus amenazas. «Nuestros soldados han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen», afirmó, en una ocasión, al hablar de las violaciones de republicanas. Todos aquellos mensajes sonaban en las viviendas malagueñas día sí y tarde también.

Interior de la catedral de Málaga, a comienzos de febrero de 1937

La ofensiva sobre Málaga comenzó el 17 de enero, dirigida por el Duque de Sevilla, con un despliegue masivo de soldados españoles e italianos del Corpo di Truppe Volontarie. La infantería estaba apoyada por la aviación de Hitler y Mussolini, carros de combate, vehículos blindados y buques de guerra de la talla de los cruceros ‘Canarias’, ‘Baleares’ y ‘Almirante Cervera’. A cambio, las tropas republicanas estaban compuestas por milicianos mal entrenados y equipados de forma precaria por el gobierno central. Ya lo había dicho el presidente, Francisco Largo-Caballero, cuando le solicitaron refuerzos desde la urbe: «Ni un fusil ni un cartucho más para Málaga».

Una desbandada

El 7 de febrero, la situación se volvió crítica para los defensores y los mandos republicanos huyeron; en la práctica, los civiles quedaron a merced del avance enemigo. La población, azuzada por el miedo, reaccionó de la misma forma: en las horas siguientes, entre 150.000 y 300.000 personas abandonaron sus casas, asieron las pocas pertenencias que pudieron y se dirigieron hacia la única salida natural hacia zona republicana, la carretera Málaga-Almería. La mayoría lo hicieron a pie; ir montado en burro o en coche era un privilegio al alcance de muy pocos. Muchos milicianos, eso sí, requisaron camiones civiles para recorrer a toda prisa los 200 kilómetros de camino.

Los franquistas no tuvieron piedad. Al ser informados de que una marabunta marchaba hacia la carretera, la aviación italiana y los buques abrieron fuego sobre la carretera. El mismo Queipo de Llano lo admitió a través de la radio en los meses posteriores a la Guerra Civil: «Una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr con más prisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones».

A los supervivientes siempre les costó narrar sus vivencias. Sin embargo, en 2007 un documental producido y emitido por SUR –dirigido por Elena de Miguel y realizado por Mario Ferrer– consiguió recopilar una ingente cantidad de testimonios. Una de ellas fue Consuelo Torres, que no sumaba más de una década de vida cuando empezaron los bombardeos. «Al principio íbamos andando porque no bombardeaban, pero, al amanecer, ya se veían los aviones. Ya no íbamos andando, ya íbamos corriendo», desveló a los periodistas hace 17 años. Los navíos tampoco les dieron tregua: «De noche nos deslumbraban. A veces tiraban contra la montaña; las rocas se desplomaban y había gente que quedaba allí». Su historia la pueden revisar, completa, en este enlace.

Valencia, febrero de 1937. Llegada de los evacuados de Málaga.
Valencia, febrero de 1937. Llegada de los evacuados de Málaga. ABC

Manuel Nájera, otro de los supervivientes, recordaba en una serie de entrevistas posteriores los ataques de los aparatos italianos. El entonces chiquillo se hallaba junto a un grupo de ochenta niños que esperaba la llegada de unos autobuses. Creía, inocente, que los llevarían hasta Almería. Pero entonces ocurrió el desastre. «Alguien dio la alarma y apareció un avión. Muchos salimos corriendo a refugiarnos en el campo; otros prefirieron quedarse en el autobús para asegurarse una plaza. Cuando se marchó, después de hacer varias pasadas en las que arrojó bombas incendiarias, volvimos y encontramos los autobuses ardiendo». Por tierra, fueron acosados también por los italianos. Fue un cruel embotellamiento.

Las historias de supervivientes revelan la crudeza de la ‘Desbandá’. Familias enteras se dispersaron por Andalucía, algunos se refugiaron en casas de parientes, mientras que otros buscaron refugio en Valencia o intentaron cruzar a Francia en 1939, donde fueron internados en campos de concentración. Sobre el papel, se considera que el episodio concluyó el 12 de febrero de 1937. Sin embargo, la vida de quienes sobrevivieron cambió de forma irreversible;: los supervivientes se enfrentaron a la escasez de recursos, a la falta de vivienda y, en muchos casos, a nuevos bombardeos en Almería.

FUENTE https://www.abc.es/historia/desbanda-episodio-desconocido-guerra-civil-inspira-cancion-20240201144506-nt.html

‘Norcini’: los carniceros italianos que se convirtieron en cirujanos

El desarrollo de parte de los ‘norcini’ carniceros como médicos coincide con que la Iglesia prohibiera en 1215 que los religiosos practicaran la cirugía

Obra 'The Butcher's Shop'.

En una zona remota del corazón de los Apeninos, en la región de Umbría, se desarrolló durante siglos un arte: el de cortar. De Norcia, al suroeste de Perugia, salieron los norcini, cuya técnica depurada en el corte de la carne los convirtió, de primeras, en expertos carniceros y, más tarde, en cirujanos reconocidos en las cortes europeas.

Los norcini fueron carniceros y maestros charcuteros desde tiempos de la Antigua Roma: sacrificaban a los cerdos y conservaban sus carnes de distintas formas. Según relata el historiador Ignazio Pappalardo en Litotomi e oculisti preciani e norcini (1963), los norcini “adquirieron una habilidad especial en cortar, eviscerar y diseccionar animales y su conocimiento de la anatomía era perfecto. Además, para mejorar la carne de cerdo y hacerla más blanda, castraban a los animales cuando eran jóvenes”.

Así, los norcini trabajaban de forma ambulante y de dos en dos, tanto por Umbría como, más adelante, por todo el país, durante el período en el que tradicionalmente se han hecho las matanzas: entre San Andrés (30 de noviembre) y San Antonio Abad (17 de enero). “Los norcini tenían un rango de acción limitado y tendían a no hacerse competencia entre ellos, por lo que creaban sus monopolios territoriales”, explica Alberto Grandi en Denominazione di origine inventata (Mondadori, 2018).

Esta pericia con el cuchillo pronto les llevó a tratar dolencias humanas. Según la enciclopedia Giovanni Trecanni, “gracias a sus conocimientos, no era infrecuente que el pueblo acudiera a ellos para operaciones de cirugía sencillas, ya que era más barato que el cirujano. Trataban tumores, hernias y cataratas, y fueron muy solicitados para la castración de los niños que harían carrera musical como voces blancas”.

Embutidos italianos de Umbría.
Embutidos italianos de Umbría.MICHELLE LEE (MICHELLE R. LEE)

Lo cierto es que el desarrollo de parte de los norcini carniceros como médicos coincide con un hecho histórico que los posicionó como candidatos perfectos: en 1215, mediante el Cuarto Concilio de Laterán, la Iglesia católica prohibió que los religiosos practicaran la cirugía so pena de excomunión. La idea detrás de esto, que se fue consolidando desde un siglo antes en distintos concilios como el de Reims y el de Tours, era que los curas y monjes debían ocuparse de salvar solamente las almas y no los cuerpos. Los conocimientos médicos que provenían de los antiguos griegos y romanos, y que se habían perdido en gran medida entre los siglos IV y X, estaban en manos de los monasterios como el de Monte Cassino (Lacio), fundado justamente por San Benedicto de Norcia en 529 aC (al que la leyenda atribuye el poder milagroso de curar cálculos renales y en cuyas reglas se encuentra el famoso ora et labora, pero también la responsabilidad de cuidar de los enfermos).

Fue en aquel momento que parte de aquellos duchos carniceros tomaron el relevo de las prácticas quirúrgicas de los monjes benedictinos. “Hoy, en Italia, norcini solo significa carnicero, que irónicamente es el oficio del que toda una dinastía de médicos procede”, afirma la historiadora Fiona Davidson. Eran los únicos especialistas que podían operar cálculos renales, cataratas y hernias inguinales, para los que desarrollaron instrumentos precisos y técnicas novedosas para luchar contra las infecciones, las hemorragias y el dolor. “El factor determinante que contribuyó a la reconocida Escuela Nefrológica de Preci (dentro de Norcia) fue el estudio empírico de la cirugía en animales, principalmente cerdos”, detalla Mario Timio, del Hospital de Foligno.

La relación entre los dos oficios no es incomprensible y tampoco su éxito, “debido a su arte con el corte”, opina Paolo Savoia en Knowing Nature by Its Surface: Butchers, Barbers, Surgeons, Gardeners, and Physicians in Early Modern Italy (Centaurus. Journal of the European Society for the History of Science, 64, 2, 2022). Son un ejemplo perfecto de lo que los antropólogos e historiadores llaman trading zones o zonas de intercambio, es decir, intercambios bidireccionales entre distintos profesionales y expertos. En este caso, entre hombres de conocimientos prácticos y de conocimientos teóricos, cuyos conocimientos llegaron a sobrepasar especies.

De esta forma, ya en 1581, Vicenzo Cervio, autor de Ragionamento sopra l’officio del trinciante describió como los barberos y los carniceros eran “cortadores de comida profesional” y supieron dar nombre a cada parte de la carne que se servía en la mesa. “Cocineros, carniceros, cortadores de comida y cirujanos comparten modelos cognitivos que involucran un acercamiento intelectual que le da relevancia a la superficie del cuerpo, y una actitud práctica para manipular las distintas capas de los cuerpos que están reparando, desmembrando o componiendo como materia comestible”, añade Paolo Savoia.

Fuentes https://elpais.com/gastronomia/2024-01-31/norcini-los-carniceros-italianos-que-se-convirtieron-en-cirujanos.html

Quién fue la princesa Khutulun, la descendiente de Genghis Khan que se convirtió en una legendaria luchadora

Detalle del afiche de la película "Khutulun, la princesa guerrera" (2021), coproducida por Shuuder Productions y Voo Broadcasting.
Pie de foto,Detalle del afiche de la película «Khutulun, la princesa guerrera» (2021), coproducida por Shuuder Productions y Voo Broadcasting.

«Debes saber que el rey Kaidu tenía una hija que se llamaba Aigiarne, que en tártaro significa ‘Luna Brillante’. Esta damisela era muy hermosa, pero también tan fuerte y valiente que en todo el reino de su padre no había hombre que pudiera superarla en hazañas de fuerza«.

Así empezó a relatar Marco Polo en su «Libro de las maravillas» la historia de una princesa de una de las dinastías más poderosas que el mundo haya conocido.

Se llamaba Khutulun, aunque también era conocida con varios otros nombres, incluido el de Aigiarne que el famoso explorador veneciano usa, y vivió en el siglo XIII, cuando el Imperio mongol se extendió desde las fronteras de Hungría hasta el Mar de China Oriental y era gobernado por descendientes de Genghis Khan.

Ella era su tataranieta y además bisnieta de Ogodei, a quien el mismo Genghis había designado personalmente como su sucesor, por lo que su padre era uno de los más poderosos kahns (máximo gobernante) mongoles.

Pero más que su abolengo, fue su excepcional personalidad la que cautivó a Marco Polo, no sólo porque se destacaba como pocos en su campo, que era el de batalla, sino porque se negaba a casarse «hasta que encontrara un hombre amable que pudiera vencerla«.

Eso no era cosa fácil pues, además de ser, como todos los mongoles, hombres y mujeres, una experta arquera y excelente amazona, era una gran luchadora de bökh, la lucha libre mongola en la que pierde el primero que toque el suelo con una parte del cuerpo que no sean manos o pies.

Ese fue el reto para cualquier pretendiente: si le ganaba, se casaría con él; si perdía, le tenía que dar 100 caballos.

La voz se corrió por todos los reinos y tantos jóvenes aceptaron el desafío que, invicta, Khutulun llegó a tener 10.000 caballos, según Marco Polo, quien se detuvo en el encuentro con un príncipe que apostó en vez de un centenar, mil caballos, pues «su corazón tenía muy claro lo que quería ganar«.

Cuenta que Kaidu se alegró mucho «porque era un joven hermoso e hijo de un gran rey«, y le rogó a su hija «que lo dejara ganar«.

Ella, por supuesto, se negó y salió a luchar rodeada de un público que deseaba su derrota «para que tan hermosa pareja pudiera estar junta«.

Khutulun luchando mientras el rey Kaidu, su esposa y cortesanos la observan, en una ilustración de una edición del siglo XV de "El libro de las maravillas" de Marco Polo.
Pie de foto,Khutulun luchando mientras el rey Kaidu, su esposa y cortesanos la observan, en una ilustración de una edición del siglo XV de «El libro de las maravillas» de Marco Polo.

«Llegaron la doncella y el mozo a pelearse, y se tomaron en brazos y dieron muy hermoso comienzo; pero no pasó mucho tiempo antes de que él perdiera la prueba.

«Entonces surgió en el lugar el dolor más grande del mundo porque había perdido uno de los hombres más bellos que jamás habían llegado allí o que jamás habían visto.

«Y pronto la doncella tuvo esos 1.000 caballos; el joven se fue a su país muy avergonzado«.

Pese a que en momentos pueda parecerlo, este no es un cuento de hadas.

Tampoco es la trama de una obra de ficción, a pesar de que Marco Polo no es considerado una fuente muy confiable.

Su popular libro fue para muchos, en un principio, una fábula, en parte porque no describía a los mongoles como se pensaba que eran -monstruos rapaces y sedientos de sangre que querían devorarse el mundo entero-, sino seres humanos admirables y civilizados.

Pero si bien las memorias del mercader veneciano están adornadas al punto que a veces cae en falsedades, Marco Polo no era un mentiroso: su recuento es una versión romántica de su experiencia.

Y la semblanza de Khutulun, aunque teñida de mitología, está apuntalada por textos históricos, particularmente los escritos por Rashid-al-Din Hamadani quien le aseguró un lugar en su «Jami al-Tawarij«, una fuente única sobre el Imperio mongol que escribió en el siglo XIV.

Hay detalles que no coinciden, lo que hace que delinear el contorno de esta princesa no sea una ciencia exacta.

Eso suele ocurrir con todo lo que se refiere a los mongoles, por la escasez de fuentes primarias; fueron foráneos los que escribieron sobre ellos, a menudo sus enemigos.

Así que la historia de Khutulun es mitad mitología y mitad probabilidad, pero lo que se sabe de ella es fascinante.

Retrato hablado (con muchas voces)

Afiche de Turandot de 1926
Pie de foto,La ópera esta basada en una historia del libro de François Pétis de la Croix (1710) en la que Khutulun se llama Turandot, que significa «hija de Asia Central».

Sabemos que era la única hija de Kaidu, y su preferida –a pesar de que tenía 14 hermanos mayores- como asesora política, en la corte, y estratega, en la guerra.

El rey la llevaba a las muchas batallas que libraba, particularmente contra su pariente Kublai Kan, el primer emperador de la dinastía Yuan en gobernar toda China, a quien consideraba un traidor que rechazaba las tradiciones mongoles y adoptaba las chinas.

«A veces -cuenta Marco Polo- cabalgaba hacia el ejército enemigo, atrapaba a algún hombre allí y se lo llevaba a su padre, tan hábilmente como un halcón salta sobre un pájaro«.

Respecto a su físico, también es el explorador veneciano quien dio pistas, diciendo que era «tan bien formada en todas sus extremidades, y tan alta y fuerte, que casi podría ser tomada por una gigante«.

Sabemos también que al final aceptó casarse, sin necesidad de ser vencida, según cuentan en parte porque los enemigos de su padre hicieron circular rumores de que tenían una relación incestuosa, y ella decidió restarles fundamento.

Aunque no esta claro quién fue su marido.

Rashid cuenta que Khutulun estuvo enamorada de Ghazan, quien en 1295 se convirtió en khan de Persia, pero no se casaron.

Algunas crónicas aseveran que el afortunado fue un apuesto asesino contratado por Kublai para matar a su padre, que fue descubierto y perdonado por haber demostrado su valentía.

Pero no es seguro.

En lo que sí coinciden más historiadores es en que Kaidu quiso hacerla su heredera pero no sólo sus hermanos se opusieron sino que a ella no le interesaba ese tipo de poder: su reino estaba en el campo de batalla.

Khutulun murió siendo una guerrera invicta por causas desconocidas -y algunos dicen que en circunstancias sospechosas- en 1306.

Desde entonces, más que ser una obra de ficción, las ha inspirado.

Los expertos señalan su historia como la semilla de la ópera de Puccini «Turandot», aquella que tiene la bella aria «Nessun dorma«, en la que la protagonista promete casarse con quien pueda resolver una serie de acertijos.

Pero mientras que en esa metamorfosis de Khutulun a Turandot ella terminó como una princesa que se queda en su palacio esperando pasivamente, en Mongolia siguió siendo una mujer de armas tomar, literalmente.

Y una muy presente en el siglo XXI, como heroína de comics, videojuegos y obras literarias, entre ellas «La princesa Khutulun» (2017), de la multigalardonada periodista, escritora, cineasta y activista mongola Shuudertsetseg Baatarsuren.

Esa novela histórica se mantuvo en la cima de la lista de bestsellers de Mongolia durante todo un año, y fue adaptada para el cine, en la épica película «Khutulun, la princesa guerrera» (2021).

Fuentes:

Khutulun, la princesa mongola que derrotó a todos sus pretendientes

https://www.univision.com/explora/la-mujer-mas-dificil-de-conquistar-de-la-historia-fue-una-guerrera-mongola